Y ya camino de Manresa, con un nuevo atuendo exterior y un gran deseo interior de hacer todo a mayor gloria de Dios… pero tomando conciencia de una forma brusca que las cosas nunca son fáciles, incluso cuando se hacen con el mejor corazón.
«Y en amaneciendo se partió por no ser conocido, y se fue, no el camino derecho de Barcelona, donde hallaría muchos que le conociesen y le honrasen, mas se desvió a un pueblo, que se dice Manresa, donde determinaba estar en un hospital algunos días, y también notar algunas cosas en su libro, que llevaba él muy guardado, y con que iba muy consolado. Y yendo ya una legua de Montserrat, le alcanzó un hombre, que venía con mucha prisa en pos de él, y le preguntó si había él dado unos vestidos a un pobre, como el pobre decía; y respondiendo que sí, le saltaron las lágrimas de los ojos, de compasión del pobre a quien había dado los vestidos; de compasión, porque entendió que lo vejaban, pensando que los había hurtado. Mas por mucho que él huía la estimación, no pudo estar mucho en Manresa sin que las gentes dijesen grandes cosas, naciendo la opinión de lo de Montserrat; y luego creció la fama a decir más de lo que era: que había dejando tanta renta, etcétera.»
«Y él demandaba en Manresa limosna cada día. No comía carne, ni bebía vino, aunque se lo diesen. Los domingos no ayunaba, y si le daban un poco de vino, lo bebía. Y porque había sido muy curioso de curar el cabello, que en aquel tiempo se acostumbraba, y él lo tenía bueno, se determinó dejarlo andar así, según su naturaleza, sin peinarlo ni cortarlo, ni cubrirlo con alguna cosa de noche ni de día. Y por la misma causa dejaba crecer las uñas de los pies y de las manos, porque también en esto había sido curioso.»
Los “algunos días” que pensaba pasar Ignacio en Manresa se convirtieron en más de diez meses de crecimiento personal. Dios no tenía prisa con él y, gracias a Dios, Ignacio tampoco tuvo demasiada prisa en dejar esta ciudad que le acogió con los brazos abiertos a pesar de algunas excentricidades suyas. Probablemente el peregrino ignaciano también deseará imitar en algo a este caballero convertido; de todos modos, tal vez ya sea momento de pasar por el barbero y recibir un buen corte de pelo.
En La Cova de Manresa se ofrece al peregrino un pequeño folleto con la continuación de esta interesante historia personal y los elementos propios de su experiencia en Manresa.