Anotaciones: La alegría nos acompaña en esta última etapa de peregrinación “exterior”. La tan ansiada meta de Manresa está ya a la vista. No olvidemos la “oración introductoria”, ni el coloquio al final de la oración ni durante todo el día. Dejemos que nuestro corazón se llene del Espíritu, y que su fuerza nos acompañe en este día que ha de suponer un hito en nuestra vida. La pista ignaciana de hoy nos introduce ya en la posible continuación de nuestra peregrinación interior. No hemos de olvidar nuestra última oración en Manresa.
Petición: Pido a Dios que me dé un conocimiento interno de los muchos dones recibidos, y que, lleno de gratitud por todos ellos, pueda en todo amar y servir a la Divina Majestad.
Reflexiones: El Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo están siempre atentos a nuestra realidad, “compartiéndose” con nosotros. Este intercambio nos capacita para ser contemplativos en la acción, es decir, para encontrar a Dios en todas las cosas. Los jesuitas dijeron en su Congregación General 32, que “cada miembro de cada comunidad jesuita es consciente de lo que dice San Ignacio sobre el amor, que consiste en compartir lo que uno tiene, lo que uno es, y es así como se ama”. Dedicamos nuestra meditación de hoy a este concepto de amor como intercambio de lo que cada uno es y posee. En los Ejercicios Espirituales, Ignacio nos invita a contemplar cómo el amor nos viene dado y compartido generosamente desde la bondad de Dios, y cómo a tal cascada de dones y de gracias nosotros hemos de responder de forma también generosa. Vamos a seguir las indicaciones de Ignacio, dejando que nuestro corazón se pierda en el amor de Dios. Los pasos de esta contemplación ignaciana son:
CONTEMPLACIÓN PARA ALCANZAR AMOR
Primero conviene advertir dos cosas:
La primera es que el amor se debe poner más en las obras que en las palabras-
La segunda es que el amor consiste en comunicación de las dos partes; es a saber, en dar y comunicar el amante al amado lo que tiene, o de lo que tiene o puede, y así por el contrario, el amado al amante; de manera que si el uno tiene sabiduría, dar al que no la tiene, si honores, si riquezas, y así el otro al otro.
Luego vuelvo a la oración introductoria, y pido que todo sea ordenado a la voluntad de Dios.
A continuación me sitúo en la contemplación que voy a hacer. Imagino que estoy delante de Dios Padre, de Jesús, el Hijo, y del Espíritu de amor que me ha creado en mi humanidad.
Renuevo el deseo de hoy. Pido a Dios que me dé un conocimiento interno de los muchos dones recibidos, y que, lleno de gratitud por todos ellos, pueda en todo amar y servir a la Divina Majestad.
El primer punto de la contemplación es traer a la memoria los beneficios recibidos de parte de Dios, tanto sea por el hecho de haber nacido, como por haber sido salvado por Jesús, como por dones particulares en mi persona, ponderando con mucho afecto cuánto ha hecho Dios nuestro Señor por mí, y cuánto me ha dado de lo que tiene y es en El mismo. Y con esto reflexionar en mí mismo, considerando con mucha razón y justicia lo que yo debo de mi parte ofrecer y dar a su Divina Majestad, es a saber, todas mis cosas, y a mí mismo con ellas.
Además, puedo considerar que aquel que desee ser más consecuente hará el siguiente ofrecimiento: Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer; vos me lo disteis, a vos, Señor, lo torno; todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad, dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta.
Acabado el primer punto, Ignacio nos propone un segundo: mirar cómo Dios habita en toda la creación entera. En las criaturas vivas, en los elementos naturales dando ser; en las plantas, vegetando; en los animales, dando sentidos; en los hombres, dando entender, así mismo haciéndonos templo de Dios, siendo creados a semejanza e imagen de su Divina Majestad. Otro tanto, pensando en mí mismo, la forma en que yo habito en lo que hago, y al servicio de quién lo pongo. Acabar este punto volviendo al ofrecimiento del punto anterior: Tomad, Señor, y recibid…
El tercero consiste en considerar cómo Dios trabaja y se afana por mí en todas las cosas criadas sobre la tierra. Así como en los cielos, elementos, plantas, frutos, ganados, etc., dando ser, conservando, vegetando y dando sentidos, etc. Después pensar sobre mí mismo lo que yo puedo hacer a cambio de ese amor. Acabar este punto volviendo al ofrecimiento del punto anterior: Tomad, Señor, y recibid…
El cuarto punto consiste en mirar cómo todos los bienes y dones descienden de arriba, así como mi fuerza proviene del poder infinito de Dios, y así también la justicia, la bondad, la piedad, la misericordia, y todas las otras cosas buenas que soy capaz de percibir en mí y en el mundo, tal y como del sol descienden los rayos, de la fuente descienden las aguas, etc. Después de considerar el origen de todos los bienes, acabar pensando en mí mismo, la forma cómo yo retorno todo lo que recibo de arriba. Acabar este punto volviendo al ofrecimiento del punto anterior: Tomad, Señor, y recibid…
Coloquio final: En esta etapa de nuestra peregrinación interior, ya estamos acostumbrados a caminar con nuestro amigo y señor Jesucristo. Hablamos confiadamente con El como un amigo habla con otro. Acabar con el Padre Nuestro.